viernes, 3 de enero de 2014

Coacción a la libertad creativa.

Soy un aficionado al manga. Adoro esas delicias que nos llegan a cuenta gotas desde oriente, esas historias fantásticas, con chicas guapas, monstruos horripilantes y peripecias un tanto inverosímiles.
Siempre intenté impregnar mis relatos con este espíritu creativo, donde el único límite posible es la imaginación del propio autor. Sin embargo, mostrarse tan creativo en occidente (es decir, en España), puede ser un gran lastre para el autor a la hora de encontrar editorial o lectores.
Pues algo que se busca en occidente a toda costa, es que las historias tienen que estar protagonizadas por personajes con que se puedan identificar con el más común de los mortales. Es una convicción tan firme, que el protagonista tiente que ser un Perico de los Palotes cualquiera, y es más, tiene que seguir siendo un Perico de los Palotes, y terminar sien aún más Perico de los Palotes.
Es cierto que esto también sucede con el manga. Los protagonistas suelen ser colegiales, o oficinistas, que de hecho son los lectores más habituales de estas publicaciones. Sin embargo, estos personajes solamente son así en el punto de partida, pues una vez terminado el primer acto, suelen advertir que son una especie de elegidos, después de descubrir algún talento oculto que les permite hacer frente a las adversidades con las que van a tener que hacer frente.
En otras palabras, el autor de manga usa el recurso de la identificación con el lector solamente para llamar su atención, y luego hace gala de su profusa imaginación. Es más, la sociedad japonesa es tan compleja, que los que somos unos frikis en occidente, somos personas normales allá, lo que propicia que se produzcan mangas que ni siquiera buscan un primer contacto con el lector, identificándose con los personajes.
Y yo envidió a los mangakas por gozar de esta libertad creadora, una libertad que usé cuando era un escritor aficionado, y que ahora, que estoy luchando por ser profesional, tendré que dejar a un lado para poder seguir escribiendo.
Es una libertad que tuve cuando escribí "La Asesina Escarlata", porque, lo reconozco, es muy difícil que el típico Perico de los Palotes se identifique con una tipa maciza que posee ciertas habilidades para el combate, y que encima, viva aventuras fantásticas en otro planeta.

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