sábado, 23 de noviembre de 2013

Lara Croft más Motoko Kusanagi

Mucho antes de empezar de escribir esta novela, creé a la protagonista, como si de un sueño erótico-heroico se tratara. Inconscientemente mezclé rasgos de mis dos ciberchicas favoritas.
La primera de ellas es Lara Croft, la arqueóloga de los videojuegos de Tomb Raider. Es una mujer de buena familia, que en vez de malgastar su juventud y su vida en atender los caprichos de algún pretendiente rico y mimado, se dedica a recorrer el mundo en busca de artilugios antiguos, descubriendo los misterios de un realidad histórica desconocida.
Es cierto que si empecé a jugar con ella, fue, en un primer momento, porque fui atraído por su sexapil (al igual que millones de jugadores de todo el mundo). Pero a la larga, resultó ser mucho más divertido e interesante seguir sus aventuras, descubrir con ella las claves para avanzar en los sucesivos escenarios. Con ella aprendí a explorar y a averiguar cómo hay que abrir las distintas puertas que se interponían en su camino.
Me colgué tanto por Lara y sus aventuras, que una vez, en un videojuego de dress up, de los que se juegan online, diseñé un vestuario parecido al de Lara, pero a su famoso cinturón con pistoleras, añadí un seductor conjunto rojo, con abrigo incluido. Esa tarea fue el germen para este personaje.
La segunda ciberchica es la mayor Motoko Kusanagi, la protagonista de Ghost in the Shell. Es un manga al que me enfrenté en mi época de coleccionista de cómics, con motivo del estreno de Matrix (Ya tenía los tomos de Akira).
Con esa novela gráfica, descubrí a la mayor Kusangi, la ciborg que lidera la Sección 9, que se dedica a combatir los crímenes informáticos en un futuro cercano, donde la mayoría de los seres humanos poseen un cibercerbro, con el que pueden conectarse a internet cuando quiera (No es broma, hasta ahí nos llevará el uso de los móviles conectados a internet).
La mayor es sin duda, mi personaje de ficción favorito, llegando a desbancar incluso a Lara. Es una buena jefa, capaz de tomar decisiones arriesgadas sobre la marcha, y tampoco se echa atrás cuando es ella misma la que tiene que pelear, aunque sea contra tanques futuristas, lo que llega a ser muy perjudicial para su cuerpo artificial.
Pero sin embargo, la primera vez que leí este manga, sufrí una congoja agridulce. De aquella, uno de mis sueños era ser dibujante de cómics, y cuando vi a la mayor, supe que yo quería haber dibujado una chica así (exactamente como ella), para que protagonizara mis historias. Además, al leer las aventuras de la mayor, descubrí la libertad creativa del que gozan los autores japoneses, pues son capaces de poner a una protagonista femenina que cuando trabaja, se encarga de atrapar a los malos, y cuando tiene tiempo libre, juega con sus amigas en encuentros lésbicos virtuales (solamente hay una escena así al principio del manga, y si no se volvió a recurrir a ellas, es porque la historia no precisa de semejantes escenas para resultar interesante).
Así pues, al personaje que creé, basada en Lara Croft, con sus pistolas y sus trenzas, añadí el gusto por los trajes ajustados y la libertad sexual de la mayor, sumando la capacidad para vencer enemigos y desvelar misterios de ambas chicas.
Más tarde, escribí un relato corto de una mujer con amnesia que despierta en un planeta lleno de alienígenas. Y después, decidí que esa mujer tenía que ser ese personaje que cree, a medio camino de Croft y Kusanagi, y por fin llegué a bautizarla; ella es "La Asesina Escarlata".

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